LO REAL Y LO VIRTUAL

Artículo de JOSEP RAMONEDA en "El País" del 29-10-98

La airada reacción de Arzalluz al conocer los resultados electorales confirma los desajustes entre el principio de realidad y el imaginario nacionalista en la política vasca. Parece absurdo de solemnidad que el líder de un partido que acaba de ganar unas elecciones convierta, con su irritada actitud, una victoria en derrota. Y, sin embargo, si Arzalluz reaccionó así fue porque no se reconoció en el espejo.

Arzalluz tiene en la cabeza un País Vasco a imagen y semejanza del PNV. El retrato político que surgiera de las urnas debía devolverle de modo especular su propia imagen. Y la marea nacionalista de las primeras encuestas del Gobierno vasco no llegó. Con gran sorpresa Arzalluz se encontró con un retrato lleno de sombras.

Como ha dicho Kepa Aulestia, el PNV con sólo un 30% de los votos, dada su centralidad en el espacio político vasco y dada la enorme distancia entre los extremos, ha conseguido reinar durante muchos años como si tuviera mayoría absoluta. De pronto, una simple pérdida porcentual de dos puntos (con un escaño menos, pero cuarenta mil votos más) ha sido sentida por Arzalluz como un zarpazo del principio de realidad.

El País Vasco no es tan moldeable a los designios del PNV como parecía. Por detrás, Euskal Herritarrok le amenaza el monopolio del nacionalismo. Enfrente, el crecimiento del PP le recuerda que este país no es homogéneo y que no puede haber solución en la que no quepan todos. Y Arzalluz se indigna, porque cree que su generosidad no ha sido compensada. Que tanto el Partido Popular como Euskal Herritarrok, por razones distintas, se benefician del trabajo que el PNV hizo.

El artífice de la tregua se encuentra con que la gente premia a los duros de cada bando. Precisamente porque la ciudadanía quiere, por encima de todo, que el proceso de fin de la violencia termine bien. Y valora mucho más este objetivo que la fantasía nacionalista del retablo de Estella.

La confusión en torno al principio de realidad es recurrente en la política nacionalista vasca. Los que han seguido los mítines de Euskal Herritarrok durante esta campaña (y los de HB antes) destacan el papel central acordado a la cuestión de los presos, con unas escenografías muy ritualizadas. Y muchos pronostican que la cuestión de los presos será más decisiva y complicada en el proceso hacia el final de la violencia que la soberanía y la autodeterminación.

Todo ello como consecuencia de una cierta conciencia confusa de la realidad, organizada en torno a una idea de conflicto que tiene mucho de virtual. Porque en el contencioso de la sociedad vasca con el Estado, que ha sido alimento espiritual del mundo abertzale durante la larga historia de ETA, finalmente, sólo quedan dos elementos de realidad: las víctimas y los presos. Los presos son una baza de cohesión del mundo abertzale y, por tanto, un factor de negociación para ETA. Del mismo modo que son un arma que tiene el Gobierno en su mano para modular su estrategia. Pero, más allá de esta utilidad política, los presos son el elemento objetivo que da dimensión de realidad a la doctrina del conflicto. El principio de realidad está invertido.

Es en tanto que hay presos y víctimas que se puede cultivar la idea de que ha habido (y hay) un conflicto real entre Euskadi y el Estado y extenderla hasta convertirla en un lugar común, aceptado por todos. De ahí que sea razonable pensar que la cuestión de los presos será un proceso de lenta resolución. No sólo por las resistencias que hay entre la ciudadanía española a aceptar la liberación de presos con delitos de sangre y por los muchos problemas jurídicos que plantea, sino también porque ETA y su entorno son los primeros interesados en que las cosas no vayan deprisa.

El día en que los presos estén en la calle ya sólo quedará un factor de realidad del conflicto entre Euskadi y el Estado español: las víctimas. Y las víctimas están en su mayoría del otro lado. El fin de la violencia en Euskadi pasa también por que el principio de realidad emerja entre las construcciones de los imaginarios nacionalistas. Es lo que ocurrió el domingo.