TRES SEMANAS DESPUÉS

 

Artículo de Florentino PORTERO, Analista del Grupo de Estudios Estratégicos, en "ABC" del 2 de noviembre de 2001

Cuando no han transcurrido ni cuatro semanas del inicio de la campaña militar en Afganistán ya se ha producido un primer e importante cambio en el plan de acción, resultado de una nueva evaluación de la situación. Las autoridades norteamericanas distinguieron claramente entre la guerra antiterrorista, que sería larga y podría prolongarse durante décadas, y el episodio afgano, que esperaban resolver en un tiempo breve. Elementos clave en esta campaña serían:

- La formación de una gran coalición antitalibán con la presencia de notables pastunes, la minoría mayoritaria de la que forman parte los talibanes, lo que haría posible la formación de un nuevo gobierno afgano inmediatamente reconocido por la comunidad internacional, respetando así los intereses de las potencias afectadas como Irán, Rusia, Pakistán y Arabia Saudí.

- La ocupación de las grandes ciudades, empezando por la capital Kabul, que ya no se haría en nombre de la Alianza del Norte, representante de los intereses de las restantes etnias afganas, sino del nuevo gobierno.

- Una campaña en tierra que correría a cargo de los propios afganos, responsabilizándose los norteamericanos y británicos de las labores de inteligencia electrónica, apoyo aéreo y acciones episódicas de las Fuerzas Especiales.

- El control de las fronteras, para impedir que penetraran en suelo afgano bienes de interés militar para los talibanes.

A lo largo de estas tres semanas se ha podido comprobar que este plan no funcionaba por varias razones:

- Los notables pastunes no talibanes no están dispuestos a dar un paso adelante mientras no perciban un claro compromiso militar norteamericano, lo que entra en contradicción con las exigencias diplomáticas de las potencias que los apoyan, Pakistán y Arabia Saudí. Si no se toma Kabul para no ofender a los pastunes y éstos no se levantan porque no ven acción militar creíble, la pescadilla se muerde la cola y el tiempo transcurre en beneficio de los talibanes.

- La capacidad operativa de la Alianza del Norte es limitada y la ayuda militar que están recibiendo tardará en hacerse patente en el campo de batalla. Mientras tanto, los talibanes han demostrado su resistencia a los bombardeos y a las acciones terrestres en el frente norte. Su moral es hoy más alta que hace tres semanas.

- La frontera paquistaní es muy permeable. Los talibanes siguen recibiendo bienes de distinto tipo. La llegada de voluntarios islamistas se realiza con una naturalidad escalofriante, sólo comparable a la salida de talibanes o miembros de Al Qaida. De ahí que la posibilidad de que Bin Laden y sus máximos colaboradores estén en Afganistán sea sólo una entre varias.

En estas circunstancias Estados Unidos ha modificado su plan de acción y ha asumido que la campaña afgana se prolongará más tiempo del calculado en un primer momento. Desde hace unos días se están primando los elementos militares a los de índole política o diplomática. Se trata de aprovechar las semanas que quedan antes de los rigores invernales para avanzar sobre los dos frentes abiertos: Mazar e Sharif en el norte y Kabul en el Este. Los bombardeos se intensificarán para minar las resistencias talibanes y facilitar la acción de las fuerzas de la Alianza del Norte, que inevitablemente necesitarán de la colaboración de Fuerzas Especiales anglo-norteamericanas en mayor medida de la prevista originalmente.

En el caso de que se consiguiera ocupar ambas ciudades, lo que no resultará fácil, se habrá dado un paso importante. La capacidad de las fuerzas antitalibanes dejará de ser un objeto de especulación para convertirse en una realidad, ganando credibilidad la campaña en su conjunto. Ambas ciudades cuentan con importantes aeropuertos, que permitirán a Estados Unidos y Reino Unido establecer unidades, fundamentalmente helicópteros y Fuerzas Especiales, para poder proyectar su fuerza en un tiempo breve sobre puntos de interés militar. Por último, la ocupación de ambas ciudades facilitará el posterior desarrollo de operaciones: hacia Sheberghan en el frente norte, en la frontera con Uzbekistán, y en dirección a Jalalabad, Gardiz y Ghazni en el frente oriental, junto a Pakistán.

Estas operaciones tendrán un marcado carácter étnico. Las fuerzas uzbekas dirigidas por el general Abdul Rashid Dustam, se enfrentarán contra los talibanes de etnia pastún en el norte, donde éstos son literalmente una fuerza de ocupación, reforzados por islamistas árabes y de otras procedencias. Las unidades tayikas, dirigidas desde el asesinato del comandante Massud por el entonces responsable de inteligencia Mohammed Fahim, contra los pastunes en el este, donde son mayoritarios. Este hecho no facilitará la convivencia entre los pueblos afganos, pero proporcionará a los pastunes una percepción de la realidad bélica más acorde con la realidad y, aunque es sólo una posibilidad, puede llevar a algunos de sus dirigentes a reconsiderar en qué bando estarán mejor defendidos sus intereses.

El desarrollo de los acontecimientos puede seguir derroteros bien distintos, que en cualquier caso pondrán a prueba la cohesión del estado afgano y la fortaleza de la alianza internacional. La geografía física y humana han dificultado durante siglos la formación de un estado moderno en Afganistán. Lo tradicional ha sido la dispersión y la estructura de clanes. No es casual que el ex-rey quiera convocar una Asamblea de Notables, éstos son el único entramado de poder. Las relaciones étnicas en el seno de la Alianza del Norte son malas y con los pastunes aún peores. El desarrollo de la guerra puede enrarecerlas más. Son muchas las acusaciones que se vienen realizando contra dos países llamados a tener un papel importante en la evolución de esta campaña militar. Se acusa a Pakistán, y en especial a su servicio de inteligencia y a sus fuerzas armadas, de connivencias con el régimen talibán. La solidaridad entre la comunidad pastún a ambos lados de la fronteras es un hecho innegable. Arabia Saudí no está haciendo lo suficiente para controlar el islamismo radical en su propio territorio y el dinero árabe sigue nutriendo las arcas del régimen talibán y de Al Qaida. En este marco, la posibilidad de que tanto Afganistán como la alianza diplomática se fracturen en torno al pueblo pastún es grande.

Estados Unidos aprendió bien las lecciones de Vietnam y de la ocupación soviética de Afganistán, pero aún así tiene en la actual campaña afgana un reto de grandes dimensiones.