¿FINAL DE PARTIDA?

 

Artículo de ANDRÉS ORTEGA en "El País" del 10-5-99

Cuando puede, aunque no es del todo seguro, haberse entrado en esa fase que se suele definir como el final de partida, la supervivencia política de Milosevic, al menos por un tiempo, se da ya no sólo como prácticamente por supuesta, sino como condición de este final negociado. Es el precio a pagar por el cansancio occidental -las democracias mediáticas llevan mal este tipo de guerra-, por una estrategia que no ha dado los resultados esperados, por no querer una operación terrestre y por volver a atraer a Rusia al terreno de la cooperación, pues a corto plazo no parece ser compatible que Rusia juegue un gran papel en la salida de esta crisis con la de que el de Milosevic sea nulo. Es éste uno de los pactos implícitos en el preacuerdo del G-8, si el bombardeo de la embajada china en Belgrado o una inesperada reacción del propio presidente yugoslavo no echan por tierra este proceso.

El final no está aún definitivamente escrito, pero Clinton ha afirmado que ya no busca una "victoria total". Tal victoria hubiera consistido no sólo en alcanzar los cinco objetivos "irrenunciables" definidos por los aliados -y que podrían resumirse en el regreso de los refugiados a Kosovo en condiciones de seguridad-, sino también ganar estabilidad para el conjunto de la región, lo que implicaría el derrumbamiento interno del régimen de Milosevic (y de rebote, de otros en la zona). Ése era el objetivo no declarado de la OTAN en un principio. Como ha señalado Carlos Westendorp, Alto Representante Internacional para Bosnia, a Milosevic "no podemos permitirnos no vencerle", con la idea -o, más bien, el deseo- de que una vez vencido dominarían las fuerzas moderadas en la región. Sin embargo, conseguir este objetivo directamente implicaría seguir la guerra, e incluso cambiarla de carácter.

El escenario que se está diseñando estos días por los aliados podría definirse como "no perder, pero no ganar", aunque la OTAN, y especialmente Clinton, intentarían darle una apariencia de victoria, si buena parte de las fuerzas serbias se retiran de Kosovo, y allí se instalar una administración y un despliegue internacionales para proteger lo que será un caótico y no completo regreso de los refugiados. Todos están cediendo en esta situación: EEUU, la OTAN y Rusia. Falta Milosevic.

Éste seguiría. Pero con la esperanza occidental de que, sin bombardeos, en una Serbia, o Yugoslavia, económica y políticamente aislada y rodeada por países a los que llega ayuda, los serbios acabarían por ver que no tienen futuro con Milosevic. Por ahí se podía haber empezado. Ahora, es la teoría de que hay salvar temporalmente a Milosevic no sólo para detener los bombardeos sino porque sólo entonces se crearían las condiciones de su eventual caída. Habría que dar tiempo al tiempo y ayudar a la oposición.

Milosevic, con muchas de sus fuerzas enteras, y a pesar del importante despliegue de la OTAN en los países limítrofes, tendría aún capacidad de hacer daño, de desestabilizar, por ejemplo, Montenegro o Bosnia. Lo que obligaría a plantear dentro de un tiempo una nueva acción militar por parte de la OTAN, con todas sus consecuencias. Es decir, en todo caso una nueva partida sobre un tablero u otro, para una victoria aplazada. Quizás sea lo inevitable. Pero de momento la OTAN habría emitido así un mensaje confuso, pues doble: por una parte que en Kosovo se ha trazado una raya roja que no debía haber cruzado Milosevic; por otra que Occidente tiene un fallo importante de liderazgo (en cualquier caso, está muy claro que lo tiene, en Estados Unidos y en Europa) y de estrategia.

De momento, Milosevic ha conseguido su Objetivo Demográfico. Ya antes de la guerra corría un chiste macabro: Rugova le pregunta al presidente yugoslavo: "¿Por qué los montenegrinos, que son 600.000, son una República dentro de Yugoslavia, y nosotros, los kosovares, que somos dos millones, sólo somos una provincia de Serbia?". "Cuando sean 600.000 en Kosovo, serán una República", le replicó Milosevic. Ya casi lo son.