LA RAZÓN POLÍTICA

Artículo de RAFAEL JORBA en "La Vanguardia" del 17-9-98

Las verdades a medias, de tanto repetirlas, se convierten en verdades absolutas. Así está sucediendo, por ejemplo, con el debate sobre el encarcelamiento de la cúpula de Interior del primer gobierno socialista. Todo intento de evaluar el signo político del acontecimiento choca con la reiterada teoría de la independencia del poder judicial. Sobre este particular, y antes de entrar en una valoración política de los hechos, se imponen dos constataciones. Primera: el poder judicial es uno de los poderes que salieron más intactos del proceso de transición política. Segunda: los tres poderes en escena se limitan mutuamente desde la primacía del poder legislativo, es decir, del Parlamento. Es ahí donde hay que corregir los excesos o defectos del poder judicial, y sin recurrir a la estéril política de plantes que estrenó anteayer el PSOE.

La lectura política de los hechos, sin embargo, tampoco ha de ocultarse: el PSOE puede sentirse lesionado al ver cómo en lo que va de año ha pagado las facturas de los casos Filesa --financiación del partido-- y Marey --un episodio de la "guerra sucia" contra el terrorismo--. Si la primera factura era difícil de digerir, al constatar que pagaba en solitario por una práctica común a los grandes partidos, la segunda es del todo intragable: no se puede exigir a un partido de una democracia joven como la española que pague por un asunto de Estado que las democracias adultas europeas nunca han hecho recaer en las espaldas de un solo partido. La paradoja es mayor por cuanto se rompe el espíritu de la transición, hecha a base de renuncias y restricciones mentales de sus protagonistas, y se encarcela a dos destacados miembros de un gobierno que, hechos probados, acabó con los episodios golpistas y de "guerra sucia" que sacudían nuestra democracia.

Estamos asistiendo, en la práctica, a una reconstrucción de la historia de España en la que el año cero se sitúa en el 28 de octubre de 1982, es decir, justo en la llegada al poder del PSOE. La lógica de la transición obliga a aparcar los hechos acaecidos durante el franquismo, en virtud de un pacto político por el que el poder saliente amnistiaba a los demócratas, pero que, de hecho, era más una amnistía encubierta de los demócratas hacia políticos y altos funcionarios procedentes del antiguo régimen. Queda, con todo, el periodo que va desde el pacto constitucional (1978) hasta el triunfo socialista (1982) en el que se produjeron episodios oscuros que el PSOE se cuidó de no ventilar a su llegada al poder.

Corresponde a los socialistas, desde la oposición, evitar el riesgo de reabrir la espiral sectaria que lleva a las dos Españas, pero corresponde aún más al Gobierno del PP restaurar de inmediato la razón política que impera en todas las democracias maduras. Puede que la justicia deba seguir siendo ciega. No así la política.