TIEMPOS DE ZOZOBRA

Artículo de Javier Elzo en "El Correo" del 26-2-99

Antoni Batista, además de profesor de música, es un inteligente periodista autor de una tesis doctoral, Terror i negligència. Hipercor i la construcció periodística d½ETA, todavía no traducida al castellano. Escribe en La Vanguardia y acaba de publicar un libro, Diario privado de la guerra vasca, cuya lectura me está resultando apasionante y que me da pie para estas líneas. Batista transcribe en su libro unas reflexiones de Antxon Etxebeste, el hombre de ETA en las fracasadas conversaciones de Argel, con fecha del Aberri Eguna de 1992, y que conformaron un muy debatido documento interno en el MLNV. Antxon defendía la necesidad de aprender «de las experiencias acumuladas en el caso de movimientos como el FMLN de El Salvador, o de Estados como Libia, donde la necesidad de la vía dialogada se aconseja para evitar el desastre militar y la derrota política irreversible». Más adelante, añade: «'In extremis' un pensamiento tenemos superclaro: perder la 'batalla militar' no debe significar perder la 'batalla política', para que a su vez no signifique perder la 'guerra ideológica'». Soy yo el que entrecomillo.

Me parece evidente que la tregua de ETA no es sino la aplicación de este planteamiento. Convencidos, al fin, de que habían perdido la batalla, optaron, gracias a la cobertura del PNV y, aunque en menor medida, también de EA, sin olvidar nunca a IU, por no perder la batalla política. Lizarra y todo lo que viene después no es sino la gran escenificación de este proceso, que llevaba mucho tiempo ensayándose entre bambalinas hasta que ETA abrió el telón con su declaración del 17 de septiembre pasado. Y en ese teatro estamos ahora. El problema, uno de los problemas, es que en escena están solamente los partidos nacionalistas, PNV y EA, así como el MLNV, representado por EH, e IU. Los demás parece que están fuera: el Gobierno vasco, los partidos no nacionalistas, PP, PSOE y UA -no cito a los navarros porque no creo que forman parte del teatro, más que por alusiones de los actores-, la sociedad vasca y hasta algunos elementos del MLNV, a lo que parece. Me refiero, en este último caso, a los ejecutores y participantes de más de 151 actos violentos, 112 amenazas y 23 concentraciones, según leo en la prensa, a tenor de los datos del Ministerio de Interior. (Por cierto si, según se ha señalado desde el MLNV, están absolutamente infiltrados por la Fuerzas de Seguridad del Estado, ¿dónde están y quiénes son los detenidos de los actos violentos?)

Si mi análisis es correcto -y si no lo es, no pasa nada, pues yo sólo me represento a mí mismo-, nos encontramos en este momento en plena batalla política de la que la escenografía es una parte importante, pero no la principal, salvo que los actores y los espectadores -los partidos políticos no nacionalistas y la prensa, especialmente- confundan el teatro con la realidad.

¿Cuál es la realidad? Es ciertamente poliédrica y su lectura es obviamente subjetiva. Así la veo yo. Cinco meses de tregua de ETA, pero con acciones violentas de las que los miembros y simpatizantes del PP son las principales víctimas. El MLNV, por primera vez, con presencia constante en el Parlamento y con la responsabilidad de apoyar -y derrumbar o dejar caer- un Gobierno. Evidentemente, EH está en el Parlamento con arreglo a sus propios planteamientos, que, además de políticos, son ideológicos. Así se explica, por ejemplo, el nombramiento de Josu Ternera como miembro de la Comisión de Derechos Humanos. Sarcasmo en efecto, pero dentro de la lógica propia al MLNV. Veo a un PSOE desbrujulado -¡ay!, Ramón Jáuregui, que se fue a pegar sellos a Madrid-, a un PP obcecado en hacer a los presos de ETA aún más presos políticos de lo que ya son y no haciendo prácticamente nada por humanizar la situación carcelaria. Temo que el PNV y EA, en el más que loable empeño de acabar con el terrorismo de ETA y habiendo apostado por el acercamiento político al nacionalismo de EH, hayan dejado en el invernadero las diferencias ideológicas que les separan -por ejemplo, en la institucionalización de la sociedad- y, creo yo, que también en la propia concepción de lo que nacionalismo puede significar en este fin de milenio. Al menos, esa impresión da cuando algunos dirigentes políticos y sindicales nacionalistas han dicho que de ETA solamente les separan los medios y no los fines. ¿Pero se puede seriamente sostener que la única diferencia entre PNV y EA por un lado y el MLNV por otro es que, mientras estos legitiman -desgraciadamente aún en presente- el uso de la violencia para la obtención de unos objetivos, EA y el PNV no?

Percibo a la sociedad vasca intranquila, temerosa, a veces más enfrentada de lo que estaba en plena actividad armada de ETA, pero justamente entonces estábamos en su fase militar y la división entre demócratas y violentos era más evidente. Sin embargo, esta misma sociedad está infinitamente menos crispada de lo que parece estarlo la clase política y, no digamos, la práctica totalidad de la prensa escrita, radiada y televisada que se emite desde Madrid. Muchas veces, cuando leo la presa, oigo la radio o veo la televisión, me pregunto si vivo en otro planeta, pues lo que me dicen me parece del campo de la ficción -amenazas y violencias excluidas-. ¿Piensa alguien seriamente, por ejemplo, que en el próximo siglo, el tiempo de vida de todos nosotros, habrá una Euskadi independiente, en el sentido en que lo son hoy Luxemburgo, Eslovaquia o Lituania, por ejemplo? Ciertamente, no lo serán las seis provincias, tampoco la CAV y Navarra juntas. Veo también muy improbable la independencia de la sola CAV, no sea más que porque no pocos nacionalistas, en esos parámetros, no la aceptaríamos. Pero no se trata de lo que yo quiera, de mis deseos, de mis objetivos políticos, se trata de ver la realidad tal cual es y la que más que probablemente será en las próximos décadas. Siendo esto así, ¿no es posible distinguir el doble lenguaje en el que estamos enfrascados, no mirar, con la particular y distorsionada lupa de cada uno, las declaraciones, documentos, acuerdos, etcétera, sino situarlos en el contexto de un proceso en el que ETA ha decidido pasar de la fase militar a la fase política, y logremos así acabar con la fase militar? Precisamente porque sabemos que muchos de sus objetivos políticos son ficticios, y no queremos caer en su trampa que nos lleva, inexorablemente, a sus objetivos ideológicos.

Es absolutamente necesario que no aumente más la fosa entre los partidos nacionalistas y los no nacionalistas. Pero no pidamos imposibles, ni exijamos condiciones imposibles de cumplir por el contrincante, simplemente para hablar. Bien al contrario, es preciso hablar con todos, entre todos y de todo. Pero hay que hablar también con los hechos. Las amenazas y violencias a los miembros y simpatizantes del PP y PSOE, periodistas, jueces etcétera, son no solamente intolerables y condenables, sino continuamente denunciables, especialmente por los nacionalistas. Además, como son los que gobiernan, tienen la primera obligación de velar por su integridad y por su libertad para que ejerciten su trabajo político, periodístico, judicial... con el máximo de libertad y sosiego posible en estas circunstancias. Aunque caiga el Gobierno, porque lo hayan derribado.