EN BELGRADO, BAJO LAS SIRENAS

 

Artículo de VOJIN DIMITRIJEVIAE en "El País" del 17-5-99

El subrayado es mio (L. B.-B.)

Ya he pasado por esto antes. Las personas formales no van a trabajar ni regresan a toda prisa del trabajo. Los padres, sobre todo, pasan mucho tiempo con sus hijos y su familia. En 1941, yo era niño y permanecimos en un sótano desde el día en que los alemanes comenzaron a bombardearnos hasta el día en que ocuparon Belgrado, es decir, del 6 al 14 de abril. Las personas mayores se volvieron completamente infantiles y nos contaban toda clase de cuentos irracionales y alentadores, acercándose así más a nosotros, los niños.

Cincuenta y ocho años más tarde veo a través del satélite (como uno de los pocos yugoslavos que dispone de antena parabólica y sabe idiomas) al coronel Freytag, en la rueda de prensa de Bruselas, diciéndonos algo sobre lo que atacan y cómo lo atacan, todo ello en un inglés con fuerte acento alemán. ¿Dónde están los caros asesores de psicología y relaciones públicas? ¿Un alemán dirigiéndose a nosotros en el aniversario del bombardeo alemán? Cualquiera que intente vender coca-cola sabe adaptar mejor su mensaje a los posibles consumidores.

Hace mucho tiempo que dejé de ser un niño, y ahora debo fingir que soy el más sabio y el que más experiencia tiene. El que mi decano, basándose en la nueva Ley Universitaria, me destituyera de mi puesto en la Universidad me resulta de cierta ayuda. Llamé a mi prima, seis años mayor que yo y el único miembro de la familia que recuerda alguna anécdota familiar. Terminamos nuestra charla con una extraña competición: quién había sido bombardeado más veces en su vida. Mi primera experiencia data de 1939. Mi padre estaba destinado en el consulado yugoslavo en Düsseldorf; nos atacó la aviación británica y nos escondimos en los sótanos con nuestros vecinos alemanes. Pronto me bombardearían los alemanes en Belgrado, adonde mi padre nos envió creyendo que era más seguro que Alemania. En la Semana Santa de 1944, Belgrado fue bombardeado por los estadounidenses. Mi madre me llevó a una aldea (mi padre estaba ya en el campo de concentración de Bergen-Belsen, donde más tarde murió o lo mataron). Desafortunadamente, la aldea a la que escapamos fue la primera en la que entraron los soviéticos en el otoño de 1944. En el marco de la puerta está todavía la marca de la metralla rusa que pasó a apenas diez centímetros de mi cabeza. Me han bombardeado más veces mis aliados que mis enemigos. En 1999 todo es posmoderno: no sé cómo calificar a aquellos que me bombardean ahora. Veo en mi televisor, gracias al satélite, a los refugiados albaneses de Kosovo: no sé quién los está bombardeando y no sé quién es el culpable de su desgracia. Me dicen que están bombardeando a mi presidente y no a mí.

Mi prima no se impresionó. Tenemos la misma puntuación: desde luego, a ella no la bombardearon los británicos, pero escapó por poco del ataque de los ustachi croatas a Sarajevo, en 1941. (También en Sarajevo, otro primo nuestro sufrió recientemente, durante tres años, el ataque de los serbios).

La propaganda oficial sigue aquí una reglas muy estrictas. No pueden emplear más que la fórmula de que estamos siendo bombardeados por la "aviación criminal de la OTAN".

A mí me obsesiona la palabra "estúpido". Estúpida aviación de la OTAN, estúpida propaganda, estúpidas justificaciones, estúpidos políticos, y todavía más estúpidos expertos y funcionarios. Como si hubiera desaparecido la gente culta del mundo, como si aquellos que son más inteligentes y tienen la correspondiente fisonomía estuvieran siendo estrictamente apartados de los que toman las decisiones.

Otra cosa que refuerza la impresión de incompetencia generalizada: recientemente, la Asamblea Federal de Yugoslavia decidió casi por unanimidad adherirse a la unión de Rusia y Bielorrusia. El debate fue breve. Primero oí a los diputados hablar en la televisión estatal serbia y después a los moderadores y expertos de la BBC. Yo tenía una copia del Tratado de la Unión de 1997 y estoy seguro de que ni los diputados ni los expertos de la BBC saben nada del contenido de ese tratado. Los diputados sí deberían haber sabido al menos que, según la Constitución yugoslava, a ellos les corresponde confirmar los decretos de emergencia emitidos por el Gobierno federal. El Gobierno olvidó someter los decretos a su aprobación y ningún diputado levantó un solo dedo.

Descubrí hace mucho que los tontos se gustan mutuamente. Se reconocen unos a otros y se admiran entre sí. Se mueven en la misma longitud de onda. Hace 20 años, cuando parecía que el único problema de Yugoslavia era el comunismo, y no había nacionalismo, viajé en el mismo departamento de un tren con un croata y un nacionalista serbio. Dándose rápidamente cuenta de que yo era un yugoslavo moderado, ambos me dejaron disimuladamente de lado y se enzarzaron en una apasionada discusión sobre el trazado de las fronteras. Intercambiaban pueblos, pastos y trigales con tal pasión que a mí me pareció que estaban peligrosamente cerca de pasar al sexo. Tenían sus religiones, y yo era un despreciable "ateo étnico".

Ésta fue también la impresión que me produjeron los "intelectuales" serbios y albaneses en diversas reuniones en las que participé. Dichos encuentros han estado dominados por antiguos teólogos marxistas que prefieren las palabras a la sustancia. Para dichos serbios, a los albaneses nunca se les puede denominar albaneses, sino "personas pertenecientes a la minoría nacional albanesa", y para esos albaneses, tomar parte en las elecciones de Serbia equivaldría a reconocer que Kosovo es parte de Serbia: así es como los albaneses siguieron sin voz en el Parlamento y sin establecer una relación normal con las organizaciones no gubernamentales de Serbia. Estas organizaciones estaban compuestas por serbios, y todo lo serbio era tabú. La ola terrorista, procedente de ambos bandos, arrasó con ellos.

Los "intelectuales" patrióticos nunca han reconocido más derechos que los colectivos. Naturalmente, esto era de esperar de aquellos que hasta ayer promovían la lealtad a la clase. Para ellos es fácil cambiar a la exclusiva lealtad a la nación. Lo que más tristeza me ha producido es que los occidentales hayan adoptado estas actitudes vulgarmente estalinistas y nacionalistas. En lugar de defender los derechos humanos, y los derechos humanos son predominantemente individuales, países que de hecho no reconocen a las minorías -Estados Unidos el primero- han apoyado todo el tiempo a un "buen" grupo étnico contra una nación "mala". Naturalmente, aquellos que tienen la desgracia de pertenecer a la nación "mala" han desarrollado el mecanismo defensivo de la autocompasión. La compasión por uno mismo es un sentimiento muy peligroso; los que se consideran víctimas eternas están dispuestos a cometer crímenes, no son conscientes de estar cometiendo crímenes, y no desean arrepentirse. El Tribunal de La Haya para los crímenes en la antigua Yugoslavia ha sido atacado y denigrado tanto en Croacia como en Serbia.

Leo mi correo electrónico. Se supone que las personas que envían los mensajes son una especie de élite, pero los serbios se autocompadecen, los albaneses se autocompadecen y los musulmanes se autocompadecen. Se niegan a reconocer los sufrimientos de los demás, incluso cuando los que sufren son niños.

Los derechos colectivos de los albaneses han eclipsado por completo los derechos individuales de los serbios. Los campesinos serbios en Croacia no empezaron a atraer la atención hasta que el presidente Tudjman los expulsó y los redujo a una pequeña especie en extinción. A los serbios que viven en las ciudades croatas, que también existen como individuos, nunca se los ha mencionado. Por esa razón ha habido poca reacción al hecho de que los dirigentes sindicales croatas desaparecieran en circunstancias poco claras, o de que los periodistas independientes de Croacia fueran acosados por una sistema judicial dependiente y expuestos por el Gobierno a baratos trucos económicos, con la intención de destruir el periodismo libre.

La realpolitik fue sustituida de repente por una actitud moralizante. Occidente lleva años comunicándose con los líderes y los presidentes. Los dignatarios internacionales recibían a los representantes de las organizaciones no gubernamentales a última hora, cansados después de finalizar sus largas conversaciones con los presidentes y los ministros. Los visitantes extranjeros disponían de unos 30 minutos para dedicar a 20 personas. Cuando concluían las presentaciones quedaba poco tiempo para decir quién era bueno y quién era malo.

De repente, los líderes y los presidentes han dejado de ser buenos. Estamos siendo castigados por sus defectos. ¿He firmado yo o han firmado los presidentes comunicados y tratados con los dignatarios extranjeros? Para justificar la infracción de la Carta de Naciones Unidas, la OTAN debe invocar algo más sublime, y eso son las normas de humanidad, la intervención humanitaria. ¿Dónde han estado esas normas en los últimos ocho años? Aquellos que han creído en los valores occidentales y judeocristianos, y que los han invocado, están pasando por su peor momento en Serbia. Los están ridiculizando representantes de todo tipo de teorías conspiradoras, geopolíticos y otros charlatanes que florecen en cualquier crisis e infortunio y que ahora están reapareciendo de los más oscuros agujeros intelectuales a los que se habían retirado en los dos últimos años. Las fábricas, las tiendas de moda y las gasolineras volverán a la devastada Serbia, con Kosovo dentro o fuera de ella. ¿Cómo serán los seres humanos?

Vojin Dimitrijeviae fue jefe del Departamento de Derecho Internacional y Relaciones Internacionales de la Facultad de Derecho de la Universidad de Belgrado, cargo del que fue cesado en 1998 por su oposición a la Ley Universitaria; es director del Centro de Belgrado para los Derechos Humanos; fue también vicepresidente de la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas.