ENTREVISTA A BENJAMIN BARBER, POLITÓLOGO ESTADOUNIDENSE

'EE UU reconoce que ya no puede hacer nada solo'

El formateado es mío (L. B.-B.)


HERMANN TERTSCH en "El País" del 13 de octubre de 2001


Benjamin Barber es todo lo contrario a un gurú del 'establishment' académico de Estados Unidos. Su influencia y ante todo la lucidez de su análisis de la actualidad social y política mundial pueden acabar siendo mayores que la de todos aquellos juntos. Tras décadas de nadar contra corriente en Estados Unidos, hay indicios de que los efectos de la tragedia del 11 de septiembre lleven a sectores decisivos de la Ad ministración norteamericana a darle la razón a Barber.

 

Benjamin Barber aboga desde lustros por el retorno de la política y reivindica la superioridad no sólo ética sino también práctica de la res pública. La dejación de responsabilidades por parte de los estados, en la educación ante todo, y también en la protección de los ciudadanos, del medio ambiente y de la lucha contra la pobreza y el subdesarrollo, ha generado, según este profesor de ciencias y filosofía política, un profundo desorden que abría todas las puertas a la catástrofe y a la tragedia.

Semanas después del drama norteamericano y mientras se coordina la respuesta al desafío terrorista, Barber participaba en una reflexión en la antigua residencia del canciller alemán Konrad Adenauer junto al lago de Como, en el norte de Italia. Allí habló con EL PAÍS.

Pregunta. ¿Cuál es su impresión sobre la reacción tras la catástrofe de Nueva York y Washington?

Respuesta. Creo que tras uno o dos días de trauma y shock, el ataque está induciendo a una transformación muy profunda y fundamental, cuyas consecuencias se verán en las próximas semanas y meses. Tanto en la posición de la administración norteamericana como muy posiblemente de toda la nación nortamericana. Hasta el 11 de septiembre los norteamericanos seguían viviendo en un sueño, en ese mito de que podían vivir fuera del resto del mundo, separados por sus océanos, protegidos por ese escudo antimisiles e intocables a todos los tormentos y la triste y dura historia de violencia de Europa y el resto del mundo. En esa actitud, la postura de Estados Unidos era la de intervenciones cortas y violentas, unilaterales, arrogantes, o el aislamiento, la retirada, la negativa a participar. Entre medias había muy poco. Esta postura se basa en esa tradición de 200 años de país protegido que surge de los padres fundadores, del mito del segundo Edén, de un nuevo comienzo del mundo.

P. La tendencia aislacionista se arraiga, por tanto, en los fundamentos de la nación.

R. El mito se arraiga en el puritanismo y la filosofía política británica. Pero el mito era realidad para los emigrantes, generación tras generación, de italianos, irlandeses, judíos del este de Europa, rusos, polacos y ahora gentes del mundo latino y del mundo asiático. Todos sentían que el mito era realidad, hasta el 11 de septiembre. Y teníamos una política exterior que se reflejaba en el mismo. Intervenciones violentas rápidas en territorio foráneo y después retirada al aislacionismo y unilateralismo. Lo que pasó el 11 de septiembre es que ese mundo que nosotros habíamos mantenido a distancia vino a nosotros. Y vino a nosotros en su forma más terrorífica y destructiva. Y de repente así el mundo estaba con nosotros de una forma cierta, que no podíamos ya negar.

Fue entonces cuando Washington, y hay que darle crédito a esta administración por ello, se dio cuenta de forma muy rápida del efecto de la interdependencia. Yo estoy sorprendido, pero no tanto como otros. Bush puede no ser el más inteligente de nuestros presidentes, pero es políticamente inteligente. Él nunca ha sido un ideólogo. Ha sido un hombre de negocios, un oportunista y un hombre muy común. Pero no está ciego y ha visto bien lo que hay ahí fuera. Casi de un día para otro ha adquirido un sentido de realismo respecto al mundo, un sentido de realismo respecto a la necesidad para Estados Unidos de tener una sociedad en el mundo y la necesidad de crear una coalición mundial compleja, en la que no todo el mundo todo el tiempo nos apoyará en todo, pero todos cooperarán con EE UU en algo. Ha surgido una diplomacia mucho más compleja, con la aceptación de la interdependencia. Y la conciencia de que Estados Unidos ya no puede hacer nada solo, unilateralmente. Esto es una bendición que surge de un acto terrorífico. De esta reacción puede surgir una América dispuesta a actuar conjuntamente en el mundo no sólo en la lucha contra el terrorismo. Uno de los hechos más interesantes en este sentido es que, después de una década, Washington ha pagado su deuda a la ONU.

P. Pero hay quien tiene dudas sobre el carácter poco democrático de algunos aliados.

R. Hay gente inquieta por el hecho de que la Administración colabore con el régimen militar en Pakistán, con Arabia Saudi e incluso con Irán. Pero para mí esto debe verse como un cambio esencial de una América que creía que no necesitaba a nadie. Creo que podemos decir que la respuesta de EE UU, pese a los temores de Europa a una reacción violenta de venganza irracional, de hecho jamás Washington ha actuado con mayor prudencia y racionalidad, especialmente teniendo en cuenta el extraordinario y dramático golpe que ha sufrido. En Pearl Harbor se perdieron en torno a 2.000 personas, en su mayoría militares.

P. Y a 5.000 kilómetros del continente. Con Pearl Harbor, Roosevelt logró romper el aislacionismo que impedía entrar en guerra contra el nazismo en Europa. Pero pocos años después volvía a reforzar su aislacionismo.

R. Sí, pero no se puede comparar. Pearl Harbor, a miles de kilómetros, era poco menos que una colonia. Ahora el terrorismo ha llegado al suelo norteamericano, el enemigo está también dentro, no sólo fuera. Y esto manifiesta la necesidad de una continua interdependencia. Con el día 11, y tras 200 años, queda caduco el legado de la declaración de independencia. Nos veíamos como un país autónomo e independiente del mundo, en el buen sentido de autarquía y sociedad libre, pero también en el malo de un país que no necesita a nadie y sólo actúa con otros por medio del dictado. Ahora necesitamos una declaración de interdependencia, de reconocer la necesidad de Estados Unidos de actuar con los demás y no sólo en el terrorismo, sino en el medio ambiente, en el calentamiento global, en plagas como el SIDA, contaminación, la utilización abusiva de mano de obra en el Tercer Mundo. Nosotros ya éramos interdependientes, pero nos negábamos a reconocerlo.

Era el mito, la imagen que teníamos de nosotros mismos. Vivíamos en nosotros mismos. Piense que los norteamericanos tan móviles en su territorio, prácticamente no viajan fuera. Y que más de la mitad de los congresistas, imagínese, no han tenido jamás un pasaporte. El acto terrorista nos obliga ya definitivamente al cambio. La realidad, potentísima, se impone.

P. ¿Que efecto tendrá sobre la globalización?

R. Si entendemos que el anarquismo global, la anarquía de los mercados globales, ha sido creada por esa ideología neoliberal en América, en el Reino Unido, en Japón, España y tantos sitios, entonces creo que emergerá esa confianza en lo público y la desconfianza por lo privado. Creo que si los países democráticos, el G-8, y en general comienzan a reconocer la importancia del sector público, del sector democrático, pueden utilizar su influencia en las instituciones de Bretton Woods, en el Fondo Monetario Internacional, en la Organización Mundial de Comercio y otras para convertirse en instrumentos de bienestar global y no del capital global. Recuerde que estas instituciones son democráticas de verdad, mucho más que las ONG. Entonces estas instituciones pueden realmente ser motores de justicia global y democracia global. Sería un paso más hacia la creación de una opinión pública global, una sociedad civil global. Creo que lo que ha sucedido puede ayudar a ello.

P. Ya hay una opinión pública cuasi global respecto a la persecución de dictadores y criminales de guerra. Milosevic detenido, Pinochet procesado y Kissinger con sumarios abiertos por su colaboración con la dictadura chilena.

R. Creo que es un fenómeno muy positivo. Esos juicios pueden ser unos justos o no, pero de hecho marca la gestación de una opinión pública global que mira al pasado, pero que se proyecta sobre todo a un futuro que deje claro a todo criminal y dictador que no tendrá un dulce retiro.

P. El mundo ha cambiado radicalmente.

R. El mundo ya había cambiado, pero ahora ha quedado claro para todos. ¿Cuáles van a ser las consecuencias? Vamos a tener más democracia global, más Gobierno global, vamos a acabar con el terrorismo. Depende mucho de América, pero también y mucho de cómo reacciona el mundo ante la nueva América. Y tengo una teoría y por ello me gustaría advertir a los demás y en especial a los países amigos de EE UU. Freud define la neurosis como la reacción a una nueva situación con las lentes de una situación pasada. Mi preocupación radica en que tanto amigos como enemigos vean la nueva postura de EE UU a través de lentes viejas. Y que crean, especialmente los europeos, que conocen tan bien a los americanos, que la nueva postura de alianzas y cooperación no es sino una maniobra cínica y oportunista. Es una lectura posible. Pero la consecuencia de tal lectura sería reforzar en EE UU las auténticas posturas cínicas y oportunistas. Por eso creo importante que se haga saber que los aliados se felicitan de esta nueva postura americana tan distinta a otras pasadas. Y que desapareciera parte de ese antinorteamericanismo en el mundo porque la aceptación sin cinismo de la nueva visión de sí misma de América y de la actitud de su administración favorece este cambio tan positivo que paradójicamente nos ha traído una terrible tragedia. Sería muy bueno para todo el mundo.