REVOLUCIONAR EL NACIONALISMO DEMOCRATICO

Artículo de JOSEBA ARREGUI, escritor y parlamentario vasco de EAJ-PNV, en "El Correo" del ¿20? de JULIO de1999

Este artículo podría haberse llamado también Balance de situación o Nuevas oportunidades para el nacionalismo democrático. Sinceramente, creo, sin embargo, que lo que necesitamos en el nacionalismo democrático es una revolución, que es lo que se necesita cuando las reformas se hacen esperar demasiado tiempo.

No es bueno que en un partido político se proceda a lo que se ha llamado la noche de los cuchillos largos después de un mal resultado electoral. Pero tampoco es bueno que, después de retrocesos electorales, acompañados además de pérdida real de poder político, todo permanezca igual, no se produzca ni una reflexión critica, ni un examen de conciencia, ni un repaso de la estrategia seguida hasta el momento.

No creo que sea exagerado decir que la estrategia de los últimos años del PNV no ha funcionado electoralmente, no ha funcionado como conquista del poder, que es para lo que están los partidos. El resultado real de esa estrategia ha llevado a un Gobierno vasco que ha tardado varios meses en cerrar un acuerdo de mayoría parlamentaria, con la consecuencia de gobernar con presupuesto prorrogado y con una mayoría asegurada por aquellos que no quieren entrar a asumir responsabilidades de gobierno por miedo a legitimar así la institución que sostienen o a los que, en el fondo, no se les quiere como miembros de gobiemo, con los que en de finitiva no se sabe bien qué hacer.

El resultado de la estrategia del PNV es haber perdido la Diputación de Alava y tener las de Vizcaya y Guipúzcoa en la misma situación que el Gobierno vasco. Y esta situación refleja el hecho de que el PNV ha dejado de ser el eje o, por lo menos, el eje único de los pactos electorales en Euskadi. Esta pérdida indica una pérdida de centralidad política importante, una pérdida grande de poder y de influencia política. El PNV ha dejado también de ser el partido que garantiza una estructuración articulada institucional del territorio de la comunidad autónoma.

Y el PNV ha perdido, y quizá sea esto a largo plazo Io más importante, el plus de legitimidad social que iba más allá del número exacto de votos que tenía, un plus de legitimidad social que le permitía pactar con el PP en Madrid y, prácticamente, con todos los partidos políticos en Euskadi; una legitimidad social que le hacia aparecer como mucho más mayoritario de lo que realmente era. El PNV ha perdido esa "buffer zone", esa zona de choque que le protegía, y ahora no tiene más que los votos que consigue en cada convocatoria electoral, un número de votos descendente y cada vez menos leal.

Esta situación está relacionada con la estrategia aplicada y puesta en práctica por el PNV durante los últimos años, estrategia que ha estado marcada casi exclusivamente por la pacificación.. La finalidad de la pacificación como objetivo prioritario no era, y no es, una finalidad equivocada. Si ha habido, sin embargo, una equivocación: confundir, sin matices, pacificación y situación institucional de Euskadi; asumir, sin apreciaciones criticas, el discurso legitimatorio de la violencia de HB como producto necesario del conflicto vasco; confundir pacificación con conformación de mayoría nacionalista; entender la pacificación como la ocasión de un nuevo equilibrio de fuerzas a favor del nacionalismo, en su conjunto, en el seno de la sociedad vasca.

Estoy convencido de que el nacionalismo tiene futuro, un futuro que Euskadi necesita, porque Euskadi necesita un proyecto nacionalista democrático. Y, cuando digo democrático, no me estoy refiriendo sólo a los medios que se utilizan en la vida política, a dejar de usar medios violentos, sino que me refiero al carácter democrático de los contenidos que se defienden para la sociedad vasca.

Pero, para que el nacionalismo tenga futuro y pueda aportarlo a la conformación del futuro de Euskadi, debe repasar el camino recorrido los últimos años, debe someter a crítica serena la estrategia seguida, aprender de lo que ha sucedido en los últimos tiempos. En definitiva, poner en cuestión las asunciones básicas de la estrategia seguida.

En primer lugar, el nacionalismo debe aprender la lección que ha impartido la sociedad vasca en las dos últimas convocatorias electorales. Ante la oferta de una sociedad simplificada en el eje de una mayoría nacionalista con tendencia exclusivista, la sociedad vasca ha dicho que es compleja y plural.

¿Para qué cambiarla?

En segundo lugar, el nacionalismo debe aprender que la paz no puede ser el resultado de satisfacer las demandas de la violencia. Es decir, el nacionalismo debe esforzarse por separar analíticamente pacificación y situación institucional de Euskadi.

Pero hay algo más. El nacionalismo no tiene por qué ser uno. La pluralidad del nacionalismo es necesaria para responder a una sociedad compleja, sin pretender anular dicha complejidad. Porque el nacionalismo debe elegir. Si cree que es mejor tratar de superar la pluralidad de sentimientos de pertenencia que existen en la sociedad vasca, porque sólo así sabemos entender el significado de la frase construcción nacional como lo hace el nacionalismo radical. 0 si, por el contrario, cree que es mejor partir de la asunción y valoración positivas de la pluralidad de la sociedad vasca, considerándola raíz de nuestra capacidad creativa, y entendiendo construcción nacional como el esfuerzo de todos o de una gran mayoría, cada uno desde su tradición, lengua, cultura y sentimiento de pertenencia, por definir siempre de nuevo la sociedad vasca, la nación vasca.

Esta forma de entender la construcción nacional depende cada vez más de políticas concretas: de la política educativa, de la mejora de las instituciones universitarias, de una política lingüística menos técnico-planificadora y más integradora; de una política económica y social que trate de conciliar atención a los necesitados y excluidos, niveles adecuados de seguridad para los dependientes de un salario y capacidad de riesgo y asunción personal de responsabilidades; de una política de autogobierno que entienda que la exclusividad, en relación con las competencias, es estéril y que la autonomía se desarrolla en la interdependencia y en la relación, en la participación.

Y todo lo referido a la construcción na cional depende cada vez menos de símbolos ligados al pasado del Estado nacional, del cual sólo debiéramos tratar de conservar y desarrollar el sistema de garantías de los derechos y de las libertades personales, garantía que funciona tanto mejor cuanto más plural, dividido y mutuamente limitado sea el nivel de las instituciones a las que está referido el individuo.

Necesitamos, pues, una revolución del nacionalismo democrático, necesitamos discusión, nuevas ideas, capacidad de adaptación a las realidades cambiantes. Necesitamos la elaboración de un proyecto para la normalidad de la sociedad vasca, normalidad que no significa la desaparición de los problemas y de los conflictos, sino el aumento de los retos y de los riesgos, a los cuales sólo seremos capaces de responder desde el nacionalismo si somos capaces de aprender. Y aprender significa cambiar.