TIEMPO DE CLARIFICACIONES

Artículo de Joseba Arregi, Diputado del PNV en el Parlamento vasco, en "El Periódico" del 21-1-99

La sociedad vasca debe hacer un esfuerzo para aclarar conceptos, sobre todo el de la violencia, lo que exigirá más diálogo y menos acusaciones. La paz es posible, pero habrá que ganarla a pulso

En Euskadi afirmamos continuamente que vivimos tiempos nuevos. Estos tiempos que nos hemos acostumbrado a calificar de nuevos, lo serán realmente en la medida en que seamos capaces en la sociedad vasca de clarificar conceptos, posturas, proyectos de institucionalización y de relaciones dentro de la propia sociedad vasca y hacia fuera de ella.

Una primera clarificación es completamente necesaria. Si la afirmación de que Euskal Herritarrok, es decir, HB, ha entrado en la vía de la política, se ha incorporado a la política, debe ser tomada en serio, aun aceptando que va a ser necesaria una paciencia grande por parte de los partidos democráticos, en algún momento los nacionalistas radicales deberán clarificar su postura con respeto a la violencia, deberán dar el paso de condenarla.

Y en relación a esa condena no vale afirmar, dando la vuelta a una ya famosa frase que decía que "no tiene sentido la negación y el diálogo una vez que dejen de matar", decir ahora que lo que importa no es condenar la violencia, sino eliminar las razones que la provocan, porque con ello se está renunciado al principio mismo de la acción política --a la que afirman que tienen voluntad de incorporarse--: a la voluntad de resolver los litigios, los conflictos, las diferencias a través de la discusión, del diálogo, de la confrontación pública pacífica.

También será necesario que se vaya clarificando la naturaleza del acuerdo de Estella/Lizarra. ¿Es el acuerdo de Lizarra sólo una forma, un puente de plata necesario, un instrumento para facilitar la incorporación a la democracia de los violentos y de su entorno, un método? ¿O es una sustancia, un corsé inamovible, compromiso concreto e irrenunciable, indiscutible que condiciona en sus consecuencias?

Esta clarificación supondría poder responder a la pregunta de si existiese o no un punto de encuentro entre el proyecto de EH y de llevar al PNV al terreno de la soberanía tal y como la interpretan ellos, con territorialidad, autodeterminación, definición cerrada, unilateral, homogénea y no plural del pueblo y de sus derechos, y el proyecto del PNV de atraer a ETA/EH/HB al campo de la democracia, no sólo de las formas, sino también a la democracia como rasero que mide cualquier proyecto político.

Necesario será, también, tratar de producir alguna claridad en la relación entre el uso de la violencia y las reclamaciones nacionalistas. Estas existían antes de que algunos recurrieran a la violencia para conseguirlas. Han seguido existiendo mientras ETA ha matado, secuestrado y extorsionado. Y no es arriesgar demasiado decir que seguirán existiendo reclamaciones nacionalistas después de la desaparición de la violencia.

Pero afirmar que la violencia desaparecerá, que se va a estar dispuesto a condenarla cuando desaparezcan las razones que la motivaron, significa vincular de forma necesaria algunas reclamaciones nacionalistas a la violencia, vinculando su desaparición a la consecución de esos fines nacionalistas. Con lo cual éstos se convierten en inaceptables, no por su razón o sinrazón intrínseca, sino por su vinculación a la violencia. Será preciso clarificar cómo se logra desvincular las exigencias nacionalistas del chantaje de la violencia.

También los partidos estatalistas deberían de clarificar su posición por lo que respecta a la vinculación de la violencia y las demandas nacionalistas: no se puede criticar esa vinculación y al mismo tiempo escudarse en ella para no valorar las razones, o sinrazones, de las exigencias nacionalistas.

Bien es cierto que todas las clarificaciones que los tiempos que estamos viviendo en Euskadi exigen están estrechamente relacionadas con la violencia y con el diagnóstico que se haga de las razones que llevaron a su surgimiento. Si no se consigue una clarificación suficiente en este punto, el resto de temas seguirá en la confusión más absoluta.

Si el diagnóstico reza que la violencia es fruto y manifestación de un conflicto existente, la solución a la violencia pasa por resolver la causa del conflicto, pasa por un acuerdo político, pasa por acceder en buena medida a lo que plantean quienes han hecho uso ilegítimo de la violencia.

Si el diagnóstico es más complejo, si además de reconocer la existencia de un conflicto constata que no todos los sensibles al conflicto han recurrido a la violencia, si además constata que el conflicto es anterior a la violencia y sobrevivirá probablemente a la violencia, estará dispuesto a ver otras causas del recurso al terrorismo: la incapacidad de aceptar la voluntad mayoritaria de los ciudadanos, el sesgo totalitario del propio proyecto político, desprecio de los métodos democráticos, la renuncia a actuar por las vías políticas.

Y entonces la solución deberá ser mucho más compleja. Será necesario analizar si es posible, sin forzar los marcos que cuentan con legitimación democrática, alcanzar un consenso capaz de incorporar a quienes habían quedado, por las razones apuntadas, fuera del juego democrático e institucional; pero será también necesario exigir el reconocimiento del resultado de la voluntad de la mayoría, la necesidad de buscar nuevas mayorías sin escudarse en la amenaza de la violencia, la necesidad de respetar el juego democrático, la necesidad de que la cultura democrática se manifieste no sólo en el aspecto formal del respeto a las reglas de juego, sino también en el aspecto sustantivo del respeto a la complejidad y pluralidad de la sociedad vasca.

Es mucho el trabajo que tiene entre manos la sociedad vasca. No va a ser nada sencillo. Este trabajo de clarificación exigirá mucho más diálogo y menos acusaciones mutuas. La paz es posible, pero la vamos a tener que ganar a pulso y trabajando denodadamente.