TERRORISMO CONTRA DEMOCRACIA

Artículo de JAIME ARIAS en "La Vanguardia" del 6-9-98

Los resultados de las encuestas que efectúan en el CIS son un barómetro de las cotas de popularidad de los líderes gubernamentales y de la oposición. Su fiabilidad sigue fuera de dudas.

No obstante, suelen ser incompletos en cuanto a otras figuras importantes de la política, aspirantes o no, a dirigirlas. Sufren de arrinconamiento, en contraste con lo que se produce en otros territorios. La opinión pública tiene claro que la supresión de Felipe González en los sondeos oficiales se debe al tirón y capacidad de arrastre del que todavía es capaz. Pero, con ignorar al ex primer ministro socialista en España, poco consiguen los que pretenden dejarlo en el anonimato. Afuera lo tienen en cuenta, singularmente en Europa, donde junto a Kohl y Delors, González es de los que más sigue pesando. Buena prueba es la repercusión que empieza a tener el sólo hecho de encabezar la defensa del recurso al Tribunal Constitucional contra la condena de su ex ministro José Barrionuevo y de su secretario de Estado Rafael Vera.

La noticia de la condena de un ministro del Interior, el que más tiempo combatió el terrorismo en España, chocó sobremanera en las cancillerías de mayor cuantía. Ha sorprendido el exceso de celo de la joven democracia española, llegando a consecuencias inauditas frente a uno de los más sanguinarios de los terrorismos. Los medios atentos al desarrollo de graves y sintomáticos acontecimientos relacionados con la violencia antidemocrática han vuelto a asomarse al fenómeno español. Con mayor motivo, a la hora en que Norteamérica ha declarado la guerra internacional al terrorismo. Analizan, por ejemplo, el origen y precedentes del escándalo GAL. Y quedan atónitos cuando se enteran de sospechosos móviles destinados a derribar a un estadista por otras vías que las electorales, y de estrategias en las que participaron financieros comprometidos en gigantescas estafas y ex jefes de espionaje.

No acaban aquí las sorpresas de los observadores europeos. Comprueban que los investigadores oficiales que han expurgado el GAL, fueron, en cambio, muy comprensivos ante la lucha planteada por el terrorismo a la novel democracia. Cerraron los ojos en todo lo referente a las actuaciones del Ministerio del Interior antes de la subida de González al poder. Tampoco han reconocido la valiente labor llevada a cabo por el ministro y sus colaboradores que fueron los que, en rigor, consiguieron poner punto final a veinte años de reprobables prácticas antiterroristas. Aunque fueran copiadas, chapuceramente, de lo que se estilaba en otros países.

El interés despertado por tan desiguales tratamientos trasciende a la prensa más acreditada. Nada menos que "Le Figaro" ha publicado esta semana un importante artículo firmado por el magistrado Claude Cohen --del que se hizo eco la revista de prensa de "La Vanguardia"--, en el que se ocupa del extraño proceso de los GAL que contrasta con el blindaje que, en todas partes, protege a los máximos responsables de tan desequilibrado combate. Bajo el título de "Terrorismo: defender la democracia" se queja el autor de la estrechez de límites del Estado de derecho enfrentado a la violencia organizada; y apela, en consecuencia, a la concertación multinacional y a un orden mundial antiterrorista que cuente con un tribunal internacional. Preocupa fuera que González anunciara estar dispuesto a acudir hasta las más altas instancias europeas. No debiera ser menor la inquietud en Madrid, donde, por culpa de este tipo de "vendettas", se ha diagnosticado un principio de fractura democrática. Pasar página con el GAL, y todos sus precedentes, es una necesidad imperiosa para el Estado democrático. Posibilidad que, hoy, está en manos del Tribunal Constitucional. En círculos gubernamentales se ha insistido en ese "pasar página", pero también en la oposición. Todo gobernante o político sabe que la defensa de la democracia es prioritaria y que, ante el terrorismo, hay que volver al consenso. El terror es totalitario y persigue la derrota de la democracia. La democracia no tiene más alternativa que acabar con el terrorismo, en concordancia internacional, empezando por eliminar las "vendettas" y sus protagonistas.