Accidente de un adulto

        Introducción:

         El Señor esté con vosotros...

         Familiares y amigos de ..., hermanos todos:  La vida humana es un bien tan precioso que, cuando alguien la pierde de forma violenta por accidente, todos nos sentimos afectados y conmocionados.  La muerte de ... nos ha reunido aquí, en esta Iglesia. Para unos esto es un acto de solidaridad con el difunto y con su familia, para otros, los que nos llamamos creyentes, es también un momento de oración y una manera de recordar la palabra y la promesa de Jesucristo: para Dios nada se pierde, nuestro destino es vivir y vivir felices en el reino eterno de Dios.   Que esta celebración ayude a nuestro hermano a presentarse ante Dios y a nosotros a prepararnos para hacerlo también un día.

 

Comenzamos pidiendo perdón a Dios:

·        Por nuestro egoísmo que nos impide compartir con los demás lo que somos y tenemos. Señor ten piedad.

·        Por nuestro afán de dinero y de poder que nos impide descubrir que lo importante en la vida es el amor.  Cristo ten piedad.

·        Por nuestra intolerancia y falta de respeto con los demás, que nos impiden descubrir la verdad de los demás.  Señor ten piedad.

Y Dios todopoderoso...

HOMILIA:

         Ante una muerte como la de ..., que a todos nos conmociona,  sabemos que no hay palabras que puedan explicar tanta desgracia, todos sentimos que tampoco hay palabras que puedan consolar a su familia y amigos.  Parece que lo mejor que podemos hacer es guardar silencio, porque en el silencio se aguanta mejor lo dolor, porque ninguna palabra puede abarcar el sufrimiento de perder a un esposo, a un hijo o a un hermano en estas circunstancias.  Sin embargo para que ese silencio no se convierta en desesperación, para que ese silencio se pueda llenar de  un poco de luz que pueda dar un poco de sentido a la muerte de ..., necesitamos escuchar una palabra, una palabra que solo merece ser dicha porque la dijo Jesús de Nazaret.  Viniendo de El, tiene por lo menos para nosotros la credibilidad del que ha experimentado el mismo dolor y el mismo abandono que ... y su familia.  Sólo porque Jesucristo también pasó por la muerte, podemos hoy aquí, dejar que sus palabras iluminen nuestro silencio.  Y las palabras de Jesús, fueron siempre de confianza en un Dios que no nos abandona en la muerte sino que nos da la vida eterna.   El mismo experimentó todo el sinsentido y el abandono de Dios en la Cruz, pero eso no le impidió confiar, confiar y confiar en que el amor, tiene la última palabra, confiar y confiar en que la bondad y la misericordia de Dios son más fuertes que la muerte.   Sus discípulos, Pedro, Juan, Mateo, María Magdalena, nos cuentan que después de muerto vieron vivo a su Maestro.  Y por contarnos eso y mantenerlo fueron perseguidos y martirizados.  Su testimonio es garantía para nosotros de que lo que vieron era verdad.  Su testimonio nos confirma ese grito que desde nuestro interior surge siempre: la vida es amar y tener misericordia, el amor no acaba nunca, Dios es amor.

         Y ahora pedimos que el Espíritu de Jesús, el Espíritu del Dios vivo, ilumine nuestro silencio y nuestro dolor, para que los que aún vivimos en este mundo, vivamos siempre preparados para encontrarnos con el Señor, porque no sabemos ni el día ni la hora.   Que el Padre de la Misericordia acoja a ... y salve todo el amor y la bondad que  tuvo en vida.

 

Despedida:

Antes de separarnos oremos una vez más con fe y esperanza, confiando nuevamente en las manos de Dios a nuestro hermano ....  Hemos venido a esta celebración hondamente afectados. Salgamos de ella fortalecidos por las palabras del Señor.  Cantemos a Cristo Resucitado....

Señor dale el descanso eterno

Descanse en paz